domingo, 22 de septiembre de 2013

¿Cómo se origina la poesía?

Hace bastante tiempo. cuando financiaba mis actividades jóvenes con la enseñanza de arte a niños en compañía de mis compañeros musicales de Nueva América, uno de ellos si trabajaba oficialmente de profesor de música, en el Claretiano, y en alguna conversación sobre los nombres complicados y graciosos que solíamos encontrar entre los matriculados en los diversos cursos, mencionó uno que parecía objetivamente increíble: Pucho Verdura. No estaba en los talleres de arte, pero esa combinación quedó grabada en mi mente con la duda si no se tratase de una creación de nuestro colega musical para vencernos en el conocimiento de apellidos raros.
Pasaron los años y los destinos que nos alejan y acercan a sitios, y me encuentro realizando actividad docente en el mismo colegio claretiano, con la casualidad que el alumno Félix Pucho Verdura seguía matriculado en el colegio, e inclusive lo tenía de alumno.
Eran tiempos en los cuales le pusimos mucha fuerza al orden académico en el colegio, instauramos los exámenes objetivos programados desde coordinación, únicos para todos los alumnos, es decir el mismo sea cual fuese el profesor. Una práctica que ahora se ha vuelto común, pero que en ese entonces la combinamos con la mezcla de los alumnos en los salones, de manera que en las jornadas de exámenes el único que quedaba en el salón original era el profesor, mientras que los alumnos pertenecían a diversos grados, por lo que resultaba más difícil ejercer el arte del plagio.
Paralelamente a eso, y otras  medidas que le dieran más importancia al nivel académico, incorporamos el uso de las computadoras para el control de las calificaciones, y con ello podíamos tener un listado de los alumnos cuyo rendimiento estaba siendo deficiente. Aplicamos la regla de invitar a conversar a los padres de familia de dichos alumnos, (los conversadores eramos tres: el director y los coordinadores de orientación). En esas conversaciones se intentaba motivar a los padres de familia a poner mayor empeño para que sus hijos rindieran mejor, se les explicaba el nivel de exigencia del colegio, y ponerles metas de mejora.
Esas conversaciones nos permitían llegar a conocer también la problemática que según los padres motivaría el bajo rendimiento, poder señalar algunas salidas adecuadas, a su alcance, e informar que en caso de repitencia no habría posibilidad de admisión.
Uno de los recurrentes en la lista era nuestro amigo Félix Pucho Verdura, quien solía tener varios desaprobados, además de ser uno de los que motivaban la queja de los profesores porque no mostraba mayor interés académico. Creo que hasta podría haber estado siendo víctima de ese fenómeno que ahora llaman Bullyng, y que no es más que el acoso escolar.
El chico, la verdad, era de un aspecto notorio no por las cualidades físicas sino porque a su delgadez acompañaba un acné muy pronunciado. Pero ésto no era lo único. Ya en esas épocas empezaba a escribir sus poemas, los que eran mayormente tomados en broma por sus compañeros y por los mismos profesores más ligados al tema literario. El cambio de estilo de exámenes le cayó terrible a su rendimiento, y era firme candidato a repetir de año. Recuerdo que uno de los regentes decomisó un poema entre los papeles que escondía antes del examen y que decía algo así como enfrentado al duro examen espero la mano generosa que me apoya con el papel que me permita superarlo.
Es decir un poema sobre su propia situación de angustia existencial que solo podría ser resuelta si le pasaban el plagio, o le resolvían el examen. Para lo que entendí, Félix no se encontraba en la situación más favorable para madurar, y lo mejor era que cambiara de colegio. Fue lo que le pedí a sus padres, quienes se oponían a ello, pero ante la alternativa de la inminente repetición de su hijo, aceptaron el traslado.
Pero como imaginarán su nombre, tan extraño, ha aflorado muchas veces cuando la ocasión merece comentar la anécdota de nombres raros, y la reacción de los oyentes supongo que es la misma que tuve la primera vez que lo escuché, es decir sonreír ante lo extraño del nombre y dudar de la existencia del mismo, aunque sea un poco.
Pero Félix si existe, y una vez, aprovechando las ventajas del google, lo busqué, con la sorpresa de que el señor era un poeta hecho y derecho, que había ganado un prestigioso concurso de poesía, nada menos que el de la Asociación Cultural Peruano Japonesa, y que habían publicado su libro.
Me pueden creer que, siendo absolutamente crítico con los que asumen el nombre de poetas y no son mas que hacedores de versos, pensé que la calidad de dichos concurso no era la mejor, pero puro prejuicio pues no había leído ninguno de sus versos, salvo lo que recordaba de su experiencia escolar.
Debí haber reprimido ese prejuicio pues uno de los jurados era José Watanabe, a quien respeté mucho por su seriedad y calidad literaria, y que no aprobaría algo que no valga la pena para ser premiado. Cuando recorriendo algunas ventas de libros me encuentro con el texto de Eduardo Félix Pucho Verdura, lo adquirí de inmediato, pero con la idea de colocarlo en mis notas interneteras como una cosa interesante. Valga verdad. el solo título del libro me puso un pare, ya que son dos términos supongo que creados, pero son una sonoridad interesante: Nargova y Zogona.
Leyendo sus versos me encuentro con  que no es el verso que aprecio personalmente, pero si encuentro calidad y creatividad en su trabajo, y tiene mejor estilo que muchos que se auto proclaman poetas. La poesía tiene el defecto de mostrar muchos de los demonios interiores que son la delicia para los psicoanalistas. Supongo que mucho podrían obtener de información de lo que pasa en la cabeza del buen Eduardo Félix Pucho Verdura por medio de sus escritos. Por lo menos creo que el premio no ha sido un regalo, sino que ha tenido su merecimiento. Para finalizar algunas líneas de lo que escribe el señor Pucho.

Los pajarones cruzando la calle de las peinadoras

Ebrio en el vapor de tu cabello enredado
Dragones veo en el techo
Se me olvidan las palabras cuando hablo
Tengo que volver al traje
Los pajarones cruzando la calle de las peinadoras
Y siempre volver
Volver a los rituales
De destrucción
De este cuerpo que conservo
Sin poder dejar de mirar la pantalla
Evitando tu mirada
Luego de un rato
Mis ojos lloran
Esfuerzo
Fruto
E
Intuición
Insistencia.

Tiene su gracia.
Carlos Velarde Reyes