lunes, 16 de noviembre de 2009

el conflictuado aborto 2. El Concebido y la voluntad creadora

Así como la persona humana, colectivamente entendida, es producto de la voluntad de Dios, es también parte fundamental del proyecto divino. La persona individual, también lo es, pero desde la participación creativa de los padres. Es la realización del mandato divino: crecer, multiplicarse y poblar la tierra. Este mandato solo puede ser realizado en un ámbito de perfecta libertad, ya que al igual que la creación es obra de la voluntad de dios, la concepción es obra de la voluntad de los padres. De ninguna manera es equivalente al mecanismo animal de la reproducción, no por la situación biológica, sino por la concepción teológica. Concebimos como fruto de la voluntad y el entendimiento, como ejercicio de la madurez personal, y en esa concepción participamos de la voluntad creadora de Dios. Si fuésemos estrictos el óvulo fecundado que no es fruto de la voluntad creadora responsable no ha sido concebido. Sólo se sería concebido por perfecta voluntad.
Por supuesto que esta es una interpretación equívoca, ya que la constitución no utiliza esta acepción de la concepción como origen del sustantivo para el óvulo fecundado. Sin embargo usa la palabra concebido y no óvulo fecundado que aporta una distinción de índole filosófico ética: la existencia de persona.
Tan importante es la concepción, término muy eclesial, que la Virgen María es "sin pecado concebida", y que le da una característica muy especial al verbo concebir: si la virgen no es concebida con pecado, el resto de los mortales somos concebidos con pecado, que es referido (lamentablemente) a la relación sexual (pecaminosa aun con amor). No interesa la tremenda aberración antropológica de ligar relación sexual a pecado, sino el uso de concebir ligado al acto sexual previo a la implantación, la anidación, la fecundación. La concepción es, por tanto, un producto de la voluntad para la teología tradicional y es origen del término concebido, incluido en la constitución.
Por tanto el concebido es una categoría de índole relacional, ligado a la voluntad de los progenitores. Si esa voluntad está incompleta, o no existe, no podría atribuirse este término a ningún óvulo fecundado.
La aceptación última de la concepción pertenece a la dueña del cuerpo que aloja el ovulo, si lo acepta completa la voluntad de concebir, es concebido.
¿La sociedad puede reemplazar la voluntad de la madre para justificar la concepción?. Es una pregunta que habrá que evaluar, lo que es importante afirmar es que esta voluntad es por cada óvulo fecundado o en proceso, no por la totalidad de posibilidades. El proyecto es para formar persona.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

El conflictuado aborto 1. La persona

Que el aborto es tema conflictivo, no es ninguna novedad. Creo que es buena la discusión como tal. porque en ella se releva el tema de la vida, el respeto de la vida, la defensa de la vida, pero desde dos puntos de vista diferentes que, como resulta normal, se van radicalizándose hacia los extremos.
No es novedad, tampoco, afirmar que la discusión se da desde perspectivas diferentes, y por tanto inconciliables, ya que no hay punto medio posible. Los argumentos están en diferentes vías, que por tener diferente orientación y ubicación espacial jamás llegan a encontrarse. Hay como un bypass (¿existe una palabra en castellano para este término?, que no es puente ni circunvalación) y no hay manera alguna de ubicar la confluencia.
Por el lado de los opositores al aborto, el punto de partida es el derecho a la vida. Este derecho es intrínseco a la persona humana, y es el derechos fundamental. El aborto, como eliminación de la vida de una persona humana, atenta contra este derecho, además de ser moralmente más grave, en cuanto esta persona no tiene capacidad de defensa, por tanto se elimina su vida en posición de ventaja.
El problema, particular para los católicos, es que persona es prósopon, que significa máscara o careta, y se refiere a la relación del individuo ante el mundo. Por ello la persona posee entendimiento y voluntad, sin los cuales no puede presentarse al mundo. Antes del nacimiento, no hay prósopon, es un sujeto (ojo que es válido el término sujeto), absolutamente dependiente de la madre, es decir que vive por la voluntad de la madre, del padre, y de la sociedad que lo acoge.
Pero es un sujeto con individualidad, y este es el argumento que le otorga derechos independientes de la voluntad de la madre. El aborto, desde el punto de vista teológico moral, es intrínsecamente malo pues significa la oposición al proyecto divino. Este proyecto divino se manifiesta en la existencia de la persona como realidad contingente. Esa persona, que es un concepto filosófico teológico, y que es el sujeto dotado de entendimiento y voluntad, por tanto con libertad en si, tiene que tener una expresión inmanente, como lo es toda la manifestación de la voluntad divina. La creación es un acto de la voluntad divina, y evidentemente trasciende al tiempo, aunque el lenguaje humano lo ponga en un principio temporal. El principio creativo es filosófico, lo mismo que la finalidad. La comprensión divina es atemporal, o está por encima de las limitaciones del tiempo, lo que es un absurdo para nuestra existencia, pues solo entendemos y existimos en el tiempo.
El hombre, como sujeto que comprende la existencia, es el responsable del destino de la obra creadora divina, responsable en la dimensión de la inmanencia temporal. Porque solo él es capaz de comprender el origen y destino del mundo. Su misión es alcanzar esta comprensión, que sin embargo choca constantemente con su limitación finita. Este principio y finalidad son un misterio, con todas sus palabras. Misterio que el hombre intenta desentrañar, develar, alcanzar, pero que a medida que avanza, se encuentra con la comprensión real de su limitación, de lo lejos que se encuentra de la respuesta.
Esta misión del ser humano es colectiva, no puede ser una tarea individual, y es progresiva. Con el mismo desarrollo de la humanidad, como tal, va adquiriendo nuevas luces de ello. Pero el acto de comprender es individual, porque es la persona como tal, ese ser único e irrepetible, el que siente la necesidad de entender el principio y la finalidad.
La comprensión del principio y la finalidad, que nos es negada por nuestra situación inmanente, es alimentada por esta inteligencia colectiva, pero aun este camino es tortuoso y equívoco. No hay una percepción homogénea, sino variada desde la perspectiva de los diferentes individuos. El misterio, que debe ser develado, sigue estando oculto, aunque se va conociendo algo de ello. Sin embargo la teología nos muestra que la voluntad de Dios es también revelar este misterio por medio de signos, que son también manifestaciones inmanentes de su voluntad.
El sentido de la religión es la explicitación de esta voluntad divina de manifestar el misterio, y esto es la revelación.
Volviendo al tema, la persona es parte fundamental del proyecto divino de la creación. No es que la persona estaba en la mente de Dios, sino que está en la mente de Dios, es su voluntad. El oponerse a su voluntad es romper su proyecto, por ello es intrínsecamente malo.