Problemas de la Iglesia ante la unión civil.
1. 1. El uso del término matrimonio.
Si bien el matrimonio es un contrato inter
pares, para la Iglesia Católica es un Sacramento. “signos y medios con los que
se expresa y fortalece la fe, se rinde culto a Dios y se realiza la
santificación de los hombres” (c.840) con la cualidad especial de haber sido
instituidos por Cristo y encomendados a la Iglesia.
2. 2. La posibilidad de adoptar
La adopción no es establecida por leyes
eclesiásticas, sino por el derecho civil. “Los hijos que han sido adoptados de
conformidad con el derecho civil, se consideran hijos de aquel o aquellos que
los adoptaron”. (c.110) Por tanto si la unión civil puede adoptar válidamente,
y si se acepta que la pareja, del mismo sexo, son padres con equivalente
derecho, la Iglesia los tiene que considerar hijos. Es decir no podría negar la
filiación de ninguno de los dos, porque la adopción se hace de conformidad al
derecho civil.
3. 3. El rompimiento del rol simbólico de la familia
con la Iglesia.
La tradición eclesiástica es patrística, no
en el sentido de la historia del pensamiento cristiano, sino en la organización
y sentido teológico de la organización. Es originada desde la visión patriarcal
que tiene la tradición judía: la tribu estaba dirigida por un patriarca, que
ejerce toda la autoridad, con bondad y justicia, pero sin dudas ni murmuraciones,
porque esa autoridad proviene de Dios, que quiere que su pueblo, camine por las
sendas correctas, iluminando el entendimiento de los patriarcas. Un modelo no
patriarcal de matrimonio, un modelo en el que el papel de la cabeza de la
familia no sea visible, hace que el símolo y mensaje de la patriarcalidad de la
Iglesia sea menos evidente, el mensaje sea menos transmisible.
La Iglesia, oficialmente, debe oponerse a la unión civil,
precisamente porque en la esencia de la teología eclesial está el matrimonio
como símbolo. La iglesia es como una gran familia creada a imagen y semejanza
del modelo familiar clásico, desprenderse de ese modelo significaría mucho de
inestabilidad, y la posición de la iglesia oficial es salvar la estabilidad
para cuidar el patrimonio.
¿Qué pasa con la teología del padre?. Solo un ejemplo.
Cuando Jesús dice Padre, no lo dice al modo del común de los judíos que se
refieren al padre como el padre común, el patriarca de la tribu, el anciano.
Jesús usa el término afectivo de Abba, que simboliza esa relación tan cercana a
Dios, esa filiación directa, a partir de la cual entendemos la segunda persona
de la santísima trinidad: el Padre y el Hijo. Nosotros, seres de carne y hueso,
nacidos de madre con pecado original y padre cien por ciento humano, también
hablamos del padre Dios, pero como patriarca, como el padre de la tribu. Jesús
nos incorpora a su propia filiación como hijos adoptivos, no a la de patriarca,
sino a la de hijos de Dios verdadero, de hijos en el Hijo. De auténticos Hijos
de Dios, adoptados por la sangre de Cristo (adquiridos). Esta visión teológica
perdería el elemento simbólico, el que le da la capacidad de representación: la
figura paterna.
Pero sucede que la teología del padre tiene que evolucionar
hacia el contenido más profundo y real, es decir se tiene que ir develando el
misterio, y la evolución de la vida permite develar ese misterio cada vez más.
No es importante que dios sea Padre, o Madre, lo importante es que su amor es
tan grande que es análogo al del padre. Su función de creador es el del padre
de la tribu, que es el más preocupado por el bienestar de toda la tribu, y lo
es, no porque se le elija para ello (por eso no valdría la imagen de presidente
que es autoridad temporal) sino porque se lo obliga la fuerza de su compromiso
de sangre, la herencia transmitida por ascendencia y descendencia. Hoy esa
figura es superada por el conocimiento de la maravilla de la naturaleza, tan
inmensa que rebasa nuestra capacidad de comprensión, y ante la cual nos
sentimos tan pequeños, que descubrimos que hay un dios generosos que dio origen
a todo esto. Ese Dios cósmico, el que presenta Teilhard de Chardin, es, de
alguna manera, la imagen que reemplaza al viejo patriarca, inexistente ya en la
actualidad, y de poca fuerza simbólica.
Si la Iglesia sufre ante cambios sociales tan naturales, es
porque es una Iglesia que no está abierta al cambio, que cuida demasiado de la
tradición, de la práctica repetitiva que la vuelve religión y no revelación.
Eso muestra una Iglesia poco abierta al Espíritu Santo, al cambio, a los signos
de los tiempos.
No creo que la Iglesia formal cambie tan radicalmente en
el corto plazo, pero va a tener que hacerlo. No creo que sea motivo para
alejarme de la Iglesia, ni para que me alejen. Pero esto es motivo de otra
reflexión.