viernes, 2 de octubre de 2009

Una nueva renuncia ¿a donde va la izquierda en el Perú?

No me sorprende la renuncia de Isaac Meckler. En este caso no le llamo oportunista. Probablemente el judío empresario chalaco sea uno de los ejemplos de le evolución mental positiva de una generación de personas que piensan en serio en el bienestar de la sociedad como grupo, y que a veces llamamos socialismo.
No es que me disgusten las organizaciones con las cuales el nacionalismo humalista pretende hacer alianza. Tengo una admiración muy particular por los compañeros de Patria Roja, en especial por haber representado una imagen de los más rechazados del Perú, entre los que se incluyen los maestros. Además porque siendo un grupo minúsculo, genera tantos miedos que genera recelos en los demás partidos de izquierda, en los de derecha, incluso teniendo el poder y las armas, como lo muestran las declaraciones de ministros y el presidente sobre este partido. Sin tener las brillantes mentes intelectuales de otras agrupaciones realizó un análisis más válido sobre el país, en cuanto a la dominación y posición internacional, aunque esa misma falta de luces intelectuales les hace caer en crasos errores como pretender la permanencia de la semifeudalidad con los mismos argumentos que Mariátegui realizara cincuenta años antes.
Pero Patria Roja, y los partidos comunistas similares, representan una falta de entendimiento del marxismo, cuyo primer error es denominarse marxista, pues Carlitos Marx nunca pretendió ser origen de una ideología personal (por tanto de orden religioso mismo ya que es concepción del mundo), tanto que él mismo afirma no ser marxista. Si apoyó la creación de partidos comunistas, como expresión histórica de representación de la clase explotada del capitalismo: el proletariado. El triunfo del proletariado, y el asenso del socialismo es la liquidación del proletariado, ya que no existiría como clase social.
La dictadura del proletariado, principalmente reivindicada por Lenin, desde la posición del manifiesta comunista no es sino la transición de un gobierno que ha asumido el poder por la revolución que tiene que aplicar el siguiente programa;
1. Expropiación de la propiedad territorial y dedicación para gastos del Estado de la renta del suelo.
2. Impuesto fuertemente progresivo.
3. Supresión del derecho de herencia.
4. Confiscación de la propiedad de todos los emigrados políticos y rebeldes.
5. Centralización del crédito en manos del Estado.
6. Centralización de la red de transportes en manos del Estado.
7. Ampliación del número de fábricas nacionales, instrumentos de producción, roturación y mejora de terrenos de acuerdo con un plan general.
8. Imposición a todos de la obligación de trabajar, organización de ejércitos industriales, especialmente para la agricultura.
9. Explotación combinada de la agricultura y la industria. Intervención encaminada a la eliminación gradual de diferencias entre la ciudad y el campo.
10. Educación pública y gratuita de todos los niños. Eliminación del trabajo fabril de los niños en la forma actual. Interacción coordinada entre la educación y la producción material.

El cumplimiento de este programa implica la disolución de la dictadura del proletariado, del partido comunista como tal, ya que hay una democracia auténtica. Sin ser demasiado rigurosos, gran parte de los puntos del programa han sido conquistados por la sociedad moderna, ha sido asumido legalmente. Son incorporados, de una manera inclusive con una actitud más justa, por los derechos humanos. Entonces, el papel de lucha no es por la conquista de derechos, es por el cumplimiento de los mismos. La explotación del hombre por el hombre se ha convertido de una acción legal protegida por el estado, en una acción inhumana e ilegal combatida por el estado.

La vigencia de los partidos comunistas, y similares, como vanguardia del proletariado, han perdido vigencia, no la actitud de solidaridad con los explotados, sino la organización para el combate, que es lo que sustenta la existencia de los partidos comunistas.

Pero además, pretender en estas circunstancias establecer alianzas electorales con estos partidos, es tan oportunista como el del presbítero Marco Arana, que trabaja por su candidatura, rechaza concesiones para ser vicepresidente, pero sigue siendo miembro del ministerio eclesiástico que le prohíbe la actividad partidaria.

Es también oportunismo, hipocresía, y eso no construye. Eso no es alternativo, por eso no se percibe como alternativa, por eso es poco aceptada.

La nueva sociedad es una construcción lenta, pero bastante se ha avanzado, mucho más con la lucha en los foros, en la discusión, en los espacios políticos, que como producto de revoluciones, cuyo resultado es el fracaso que vimos en la Unión Soviética, o en la necesidad de mantener dictaduras abiertamente rechazables, como se dan en China o en Cuba.