Algunos
economistas liberales más liberales que economistas, es decir con una visión
más ideológica que económica, aplauden las medidas que favorecen el empleo
juvenil porque significan una liberalización del mercado laboral al disminuir
las restricciones al empleo.
Esto, por
supuesto, es un disparate. Asumiendo que la liberación de restricciones
laborales son buenas porque estas restricciones distorsionan el mercado,
entonces si estas restricciones son realizadas de un modo discriminado, la
consecuencia de favorecer un tipo de empleo es una distorsión también del
mercado que ya no funciona como un eficiente asignador de recursos sino el
Estado favorece una tendencia por mecanismos de ley. Si el mercado asigna los
recursos de manera óptima, cualquier intervención que modifique esta asignación
lo que hará es empeorar la situación, pues del punto óptimo sólo se puede
empeorar. Es decir si estamos en el punto más alto de una loma, el único
movimiento posible a cada lado es para descender.
La economía
académica se ha preocupado de demostrar esta verdad que implica por un lado
garantizar la eficiencia del mercado para asignar recursos y por otro la
necesidad de no modificar nada que haga que perdamos la eficiencia del mercado. El equilibrio de mercado es el mejor punto
alcanzable, cualquier otro es distorsión.
Se podría
asumir que en realidad el mercado no está en un óptimo paretiano sino en un
sitio menor porque ya existe la distorsión de las leyes laborales, principalmente
la estabilidad laboral. Entonces el papel de esta ley es corregir esa
distorsión, ayudando a que el mercado asigne más eficientemente, sin embargo
esto es un error. El equilibrio de mercado se obtiene en las condiciones en las
que se encuentran las variables, es decir tomando en cuenta la situación social
integral de todo lo que la afecte, por tanto aun con leyes restrictivas el
mercado se asigna eficientemente.
Si
consideráramos la protección laboral como una distorsión a corregir, esta
corrección debiera hacerse a la misma distorsión, es decir, quitar la
protección laboral. Esto no es legalmente posible. Entonces este sería un
mecanismo para corregir la distorsión. Craso error, pues la ley no corrige el
error sino incorpora incentivos a la captación de empleo “juvenil”, es decir en
la realidad favorecer el empleo no calificado.
El uso de
mano de obra no calificada es uno de los elementos ligados a la incapacidad de
lograr índices positivos de desarrollo. La falta de calificación condice a
producciones de menor calidad, a posicionamientos desventajosos en el mercado,
es decir a pérdidas de competitividad. Es por ejemplo el hecho que se contrata
en la industria del vestido mano de obra no calificada, ésta produce polos de
baja calidad con acabados imperfectos cuyo mercado solo es el de sectores más
pobres: es una pérdida inminente de competitividad pues no podrá alcanzar
mercados más exigentes que producen mayores utilidades, es una pérdida de
competitividad. El mercado asignará eficientemente, pero en mercados de bajo
costo, de poca utilidad, que son a medida desplazados por industrias con
mayores capitales. Noten como el caso se da efectivamente en el mercado
manufacturero, en el que luego que hubiera un impulso productivo de Gamarra,
con los polos de manufactura nacional, éstos que competían en mercado de
precios bajos son desplazados por la industria china, con menores costos. De
hecho la industria nacional perdió competitividad, perdió mercado y su
alternativa no fue aplicar una política de mercado sino una protección que era
la de impedir la entrada de productos chinos “con precios dumping”, o solicitar
incentivos tributarios y tarifas arancelarias a las importaciones.
Es decir se
pretende corregir las distorsiones de mercado con otras distorsiones. Esto no
funciona, y no porque las condiciones productivas impidan costos y precios
competitivos, sino porque no se favorece la producción de los eficientes para
Perú. Con el algodón de calidad y con la calificación de orgánico las prendas
que producen marcas trasnacionales obtienen muy altos precios, precisamente por
esos valores agregados. ¿Qué sucede?, que la especialización en costos (de las
especializaciones que encuentra Michel Porter) compite con el rey de los costos
bajos que es China, y por tanto garantiza una derrota en la competencia.
Inclusive la estrategia china es ir ingresando a mercados de calidad pero
aplicando su estrategia de costos, de manera que no solo desplaza a las
empresas especializadas en costos sino que convierte en mercados de costos a
mercados que antes eran de especialización, en especial el tecnológico,
incorporándolos a la lógica de los costos.
Pero esto
solo para ilustrar como es un desatino pretender promover el empleo juvenil,
que es equivalente a promover el trabajo no calificado, cuando el objetivo es
el desarrollo. El crecimiento de Asia, y esto es una afirmación repetida
constantemente, se debe a su fuerte inversión en educación, es decir en
capacitación. Es necesaria la calificación para el desarrollo, y si algo debiera
promoverse es la contratación de mano de obra calificada, y no al revés.
El
incentivo de contratar mano de obra calificada se justifica en el hecho que a
corto plazo es más atractivo reducir costos con mano de obra no calificada,
pero en el mediano plazo su productividad (la curva de Cobb Douglas para que la
entiendan los economistas) crece menos, llegando a los niveles de estancamiento
y de rendimientos negativos. Favorecer la contratación de mano de obra
productiva, favorecer la calificación de los trabajadores de planta, se puede
realizar con incentivos económicos, con políticas de favorecimiento de la
asistencia a capacitaciones eficientes de los trabajadores, a la creación y
promoción de dichos centros de capacitación. El empleo juvenil no debiera ser
problema sino la capacitación de ese sector juvenil para que acceda a un empleo
adecuado.
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