martes, 15 de septiembre de 2009

Otra con el finito e infinito

A dónde va lo común, lo de todos los días:
el descalzarse en la puerta, la mano amiga;
a dónde va la sorpresa
casi cotidiana del atardecer;
a dónde va el mantel de la mesa,
el café de ayer,
a dónde van los pequeños terribles encantos
que tiene el hogar.
Acaso nunca vuelven a ser algo,
Acaso se van.
Y a dónde van.
(Silvio Rodríguez Domínguez)

La experiencia de infinitud la comprendí con el cálculo infinitesimal. Para ser más exactos, con el libro "Cálculus" de Tom Apostol, un tomaso reservado para los que habían avanzado en ciencias e ingeniería cuando cursaba entre el primero y segundo ciclo de estudios generales de ciencias en la Pontificia Universidad Católica.
Y si bien el libro para mi formación técnico científica no significó más que la oportunidad de tener un libro a préstamo por 24 horas, pero sus contenidos prácticos estaban muy a la distancia de mi capacidad de entender, le presté mucha atención al sentido fundamental del cálculo y a entender porqué la liebre nunca le ganaría a la tortuga, si le daba un segmento de ventaja.
Pero lo esencial, para mí era la comprensión que el infinito era lógico en lo infinitesimal, es decir la reducción más pequeña siempre tiene una reducción menor, o siempre puedo sacar la mitad de la mitad, sucesivamente nunca termina. Cualquier distancia es infinita, porque entre un punto y el otro, siempre hay infinitos puntos.
Matemáticamente el infinito tiene lógica, como también lo tiene el vacío, o cero absoluto. Pero el cero no existe por definición pura, si existiera, tendría valor, no sería cero.
Pero la matemática es un sistema lógico basado en parámetros con reglas, un hermoso gran juego que le brinda a los matemáticos la posibilidad de romperse la cabeza en teoremas y operaciones complicadas. La matemática no es la realidad, es una simulación de la realidad. Es la simulación de la realidad más aceptada por ello es la que tiene mayor prestigio.
Nadie inventó las matemáticas, y esto es lo extraordinario, se han difundido porque su conocimiento profundo implica el uso intensivo de capacidades encefálicas, pero también un gozo solo similar al que los juegos nos pueden dar. Investigar en matemática es jugar, co niveles más altos cada vez de dificultad. Y es el grado sumo del juego aquel en el que la respuesta no ha sido conocida nunca. La solución a ciertos teoremas por ejemplo.
¿Pero ese infinito, tan perfecto, tan estable, tan lógico, cubre el ansia de infinito que albergo en mi corazón?.
La respuesta es más que evidente.
Seguiremos divagando.

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